jueves, 11 de marzo de 2010

barros arana 191

viajando en tren de temuco a santiago
ricardo rojas me pidió que lo acompañara a fumar un cigarro
en ese espacio que, al menos antes,
quedaba al aire libre entre carro i carro.

yo ya había fumado para entonces
i estuve tentado en pedirle uno.
no me lo habría dado.

me dijo, esto lo recuerdo porque lo escribí,
que mi poesía estaba tomando una vitalidad huidobriana que le parecía muy interesante.
mentira.
En realidad yo inventaba palabras
o más bien
conjugaba de maneras extrañas que sonaban novedosas.
de huidobriano, poco.

La verdad es que esa vez ibamos de temuco a isla negra,
en tren, la ruta de neruda, nos decía.
él era así, motivado e inteligente, muy predecible.
eso fue en noviembre del noventa i nueve.

Ricardo murió diez años después,
ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi.
desde entonces no he pensado ni una, ni una, ni una vez en él.

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